Escuché que la fidelidad es una cuestión de moral, pacata, una convención.
¿Será así?
Desde chica me obsesionó la idea de las relaciones abiertas, como la de Simone de Beauvoir y Sartre. Vos allá y yo acá, el viernes con otra y el sábado conmigo, mi amante y mi amor. Juntos y libres.
Sería ideal, ¿no? La seguridad y la calidez que dan los años con el entusiasmo y vértigo de las nuevas aventuras. Todo está permitido. No strings attached. Aire, espacio, levedad.
El paraíso, eso sí, si no existieran los celos, la paranoia y las enfermedades de transmición sexual. Entonces, uno queda clavado en el medio: soportar las tentaciones y sucumbir a la costumbre de una pareja o quedarse libre, sin amor, calidez ni ninguna esas cosas que el muy sabio zorro le enseña al Principito.
O ser infiel. A mí no me gusta cortarme las alas. La auto-limitación es la peor de las vergüenzas. En la vida hay que abrir puertas y sacarse de la mochila un par de pesas que vos no pusiste ahí. Las cosas son más simples de las que nos hacen creer.
O por lo menos es lo que aprendí hasta ahora.
lunes, octubre 19, 2009
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Es interesante la idea de varias vías...
ResponderEliminary habrá siempre dos para transitarlas, según las ganas etc.
Digamos que soy más abierto todavía. Vale todo, quererse de forma exclusiva, abierta, o a escondidas. Lo que valen son las ganas.
El ser humano es un ser orgulloso y egoísta.
ResponderEliminarEso dificultad las cosas.
¿Esto está como detenido?
ResponderEliminarhay que caminar un trecho, pero llegás a esta conclusión.
ResponderEliminarpropuesta interesante por libre.